El jueves 13 de agosto se inauguró la muestra de Eva Díaz,
Rakú: en la belleza está la fuerza de la materia.
en el Museo Torres García , Sarandí 683.
"Eva Díaz Torres provenía de una famosa estirpe de creadores. Su abuelo, Joaquín Torres García, presidía la fama sólidamente establecida en Europa. Sus padres (Olimpia Torres y Eduardo Díaz Yepes) y sus tíos (Augusto, Horacio e Ifigenia Torres) siguieron el camino de las artes visuales. Pareció natural que Eva Díaz Torres continuara la misma opción creadora. No sin dificultades. Formada dentro de las costumbres españolas, de rígido entendimiento de las funciones sociales y relaciones familiares y el lugar que debe ocupar cada uno de sus integrantes, debió luchar (como lo hicieron su abuela Manolita, su madre Olimpia) contra la discriminación de la mujer en el arte, surgida dentro del propio ámbito hogareño. Su tenacidad la condujo a la afirmación de su voluntad (en el arte, en la vida) por encima de cualquier otro preconcepto. Poseía el don de la aceptación del otro, y esa mirada impositiva y tierna, a la vez, legado de sus ancestros femeninos que también heredarían sus tíos. Encarnó el ideal libertario (característico de Manolita Piña), que la condujo a la prisión y al exilio, a una errancia de padecimientos asumidos como orgulloso y escondido blasón. A la muerte joven, quizá.
Empecinada en indagar en el lenguaje de la cerámica, se acercó esporádicamente a maestros ya establecidos (López Lomba, Gurvich, Collel), hizo diversas investigaciones en variadas técnicas, hasta que al volver definitivamente a Montevideo, junto a la democracia, en 1985, encontró en el rakú, el fundamento último para vehicular el sentido de la invención formal. En su propia casa instaló el horno (como lo haría en la explanada posterior del Palacio Municipal en ocasión de su muestra individual, 1991). La técnica del rakú, proviene del Lejano Oriente, probablemente originada en Corea y luego transferida, en el siglo XVI, con enorme éxito a Japón, asimilada al budismo zen y a la ceremonia del té. Una técnica cerámica que la diferencia de la tradicional, conocida en occidente, de lento enfriamiento, para sacar la pieza incandescente del horno y depositarla con pinzas en el aserrín o virutas de madera que al ahumarse penetra en la materia para resaltar los valores táctiles y cromáticos. En esa operación alquímica, las roturas y rajaduras suelen producirse pero el creador, lejos de desecharlas, las asume como un elemento inesperado y bienvenido, hasta provocado, que incorpora a la obra. "Nunca habrá dos cacharros iguales", sentenció Eva Díaz, con toda razón. "
Fragmento de la nota crítica de Nelson Di Maggio "Eva Díaz, algo más que virtuosismo" publicada en La República 17/08/2009
http://www.larepublica.com.uy/cultura/376881-eva-diaz-algo-mas-que-virtuosismo
martes, 11 de agosto de 2009
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