miércoles, 9 de diciembre de 2015

Sobre Josep Collel, de El Observador

El lugar donde vivía y trabajaba el artista catalán Josep Collell en Montevideo es hoy un museo que invita a conocer su trabajo, historia y peculiar personalidad
Para entrar a la Casa Collell hay que usar un código secreto. No hay timbre eléctrico, ni siquiera una aldaba, sino una campana. Una discreta cuerda marrón con un aro metálico cuelga en la parte superior de la puerta verde de la casa en Durazno 1797 y se confunde con su pintura esmeralda. Esta especie de desafío para los detallistas parece casi un guiño –aunque no pretenda serlo– de su anterior dueño y conserva parte de su espíritu, que quienes lo conocieron han descrito como severo, pero vivaz.

Este antiguo dueño, que con cierta picardía infantil colocaba citas de artistas famosos en pequeños carteles por toda su casa, es Josep Collell, un ceramista que formó parte del Taller Torres García y cuyo mayor logro fue llevar los matices de la pintura a la cerámica con una técnica conocida como engobe bruñido. Su invento, un tratamiento que implicaba pasar un rulemán soldado con en un clavo sobre la cerámica pintada, fue lo que lo destacó por ser más que una simple técnica.

Implicó poder lograr sobre la cerámica casi lo mismo que en un lienzo, algo que no se había hecho hasta el momento. "Para mi el barro era un soporte para después pintar", dijo Collell a El País Cultural, en una entrevista publicada en el año 2000. Había quienes incluso pensaban que su obra era pintura, no cerámica. Tanto, que llegaron a denominarla anticerámica.

"Un hombre lleno de energía, con unos ojos jóvenes y vivaces y un marcado acento que resuena en una voz tan potente como su físico macizo de campesino catalán", lo describió Rosario Peyrou en el artículo. Y para comprobar la parte de vivaz, nada más alcanza ver la copia que el ceramista conservó de la nota, cuyo único apunte consiste en unos puntos suspensivos luego de esta frase y un "¡eso!", en lo que parece ser una felicitación que este hombre se hizo a sí mismo al leer la nota, a sus 80 años.

Emigrantes

Josep Collell era un tornero mecánico catalán que vino a Uruguay a los 30 años, en 1950. Antes de pisar el país, Collell había pasado por el ejército español, había trabajado en la metalurgia y había pintado, pero nada de cerámicas. Ingresó al Taller Torres García para aprender más sobre pintura y fue gracias a Gonzalo Fonseca, discípulo de Joaquín Torres García,que descubrió el efecto que el horno de barro provocaba en la cerámica.

Allí comenzaron sus investigaciones sobre el material que luego lo convirtieron en maestro de muchos ceramistas a través de su taller, que conformó con su esposa, Carmen Cano.

Se casaron a distancia. Él en Uruguay y ella en España. Un tiempo después, Cano emigró a Uruguay. "Dejaban atrás la precariedad y el vacío cultural de la dictadura franquista", escribió la sobrina, ceramista e historiadora del arte Carme Collell. Más adelante, cuando fundaron su taller, Cano dio clase junto con Collell. Estuvieron casados por cerca de seis décadas y ambos fallecieron el mismo año, con pocos meses de diferencia.

"En 30 años formaron a muchísimos ceramistas" explicó a El Observador Josefina Pezzino, ceramista, hija del artista Antonio Pezzino, ahijada de Collell y propietaria de lo que solía ser la casa de la pareja y que ahora convirtió en un museo, inaugurado hace pocos meses. "Mi meta era hacerle un homenaje a Collell y que se conociera todo lo que hizo" señal+o y destacó que llegó a haber lista de espera para formarse en el taller. En promedio, Collell y Cano tenían alrededor de 65 alumnos fijos.

Este horno lo fabricó el propio Collell y está en exhibición en el museo
Este horno lo fabricó el propio Collell y está en exhibición en el museo
Pezzino destaca el perfil bajo del artista que, en ocasiones, lo llevaba a recluirse en su casa y negar algunas entrevistas a la prensa, así como su severidad como docente, que contrastaba con la dulzura de su esposa.

Pero así como en la puerta de la casa el timbre anuncia que no se trata de un museo cualquiera, toda su casa invita a descubrirlo, en especial, en su faceta de inventor. Fabricaba sus propios caballetes, hornos para cocinar cerámica e incluso adaptó una silla de madera para poder moverse en ella. Y si se presta la suficiente atención, otros pintores y artistas que lo influenciaron están también presentes en los rincones de la casa, conformando una narración simpática de la personalidad de Collell.

"Todo consiste en hallar la expresión de lo que uno siente, en organizar las sensaciones dentro de una estética personal y...", versa una cita de Paul Cézanne escrita a mano en un papel en la ventana del taller. Al lado, con un papel menos amarillento, el escritor catalán Josep Plá agrega: "...Subordinado constantemente a las exigencias de la plástica".

Visitas

En la semana. El museo está abierto de lunes a viernes de 10 a 18 horas y los sábados de 10.30 a 13. Al no ser un museo de puertas abiertas las visitas deben coordinarse previamente por teléfono (24106516).

fuente:
http://www.elobservador.com.uy/el-anticeramista-que-hizo-del-barro-un-lienzo-n702560